Pocos restos quedarán ya de Rompesuelas en Tordesillas pero el debate sobre las fiestas taurinas sigue vigente. El PP se ha encargado de espolonearlo con su #FPtauromaquia, pero los que aborrecemos estas prácticas no nos habíamos olvidado de ellas cuando perdieron sus espacios en portada. Los taurinos tampoco, ¿por qué iban a cruzarse de brazos mientras gran parte de la sociedad lucha contra lo que consideran su cultura? Llevan meses con campañas reclamando un respeto, que desde luego no otorgan a los toros, con vídeos como #nometoqueslostoros
e intentando sacar a relucir la cara artística de su actividad como en la promoción de la pasada Feria del Pilar. Ahí lucieron toreros ligeros de ropa, cual bomberos en calendario, pero pintarrajeados como obras de arte o puertas de aseo, según se mire.
La cuestión es que algo no se convierte en arte porque el que se siente artista quiera. Y aunque lo fuera, ¿qué? Si los esclavistas, la Inquisición o los promotores de cualquier otro abuso que hemos logrado dejar atrás hubieran convencido al mundo de que lo que hacían era arte, ¿se habría dejado de luchar contra ello? Espero que no.
Nota: Este artículo ha sido publicado en el número de noviembre de 2015 de la Revista Üalà.